Porque es la manera que
tenemos de dar una respuesta constante en el tiempo hacia Quien no deja de ser
Dios y de amarnos con amor eterno.
Pero, la Adoración
Eucarística Perpetua conlleva, como consecuencia de lo anterior, otro
mérito: en tiempos en los que nuestras iglesias están a menudo cerradas, una
capilla siempre abierta, para quienquiera allegarse a cualquier hora del
día o de la noche, es como los brazos siempre abiertos de Jesús, dispuesto a
acoger a todo hombre. Es también una respuesta al clamor del Papa Juan Pablo
II, vuelto también suyo de Benedicto XVI: “¡Abridle las puertas a
Cristo! ¡Abrídselas de par en par!”
Los motivos que hacen
única a la Adoración Perpetua son que el Señor sea adorado incesantemente y que
la iglesia esté siempre abierta.
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