La Adoración Eucarística Perpetua es un don de Dios para su Iglesia y para este tiempo. Don que cuando es acogido porta ingentes beneficios a la comunidad.
La Adoración Eucarística Perpetua no es un movimiento, ni una asociación, ni una espiritualidad. Es una acción de la Iglesia, una acción orante. Constituye además una acción de la Iglesia, pedida y recomendada por el Magisterio.
Trataríamos de quitarle la esencia si la complicáramos con disposiciones, formulaciones, legalizaciones, etc. La Adoración Eucarística Perpetua es la acción de Dios que se abaja al hombre para encontrarse con él, y es la acción del hombre que va al encuentro de su Creador. Por tanto, es un encuentro personal del hombre con Dios, que puede hacerse en todo momento, a cualquier hora del día y de la noche, gracias a que una capilla tiene abierta sus puertas las veinticuatro horas del día para que ese encuentro personal pueda producirse sin ninguna dificultad.
Es, pues, un encuentro personal de tú a Tú, de la persona con su Dios. De ahí que no proceda constituirse como asociación, porque no lo es. Ni en espiritualidad, porque tampoco lo es. Ni en comunidad, ni en grupo. Sobra todo lo que no sea esa relación personal e íntima de la persona humana con su Dios.
Así de sencilla es la adoración al Santísimo Sacramento, y así de sencilla es la Adoración Eucarística Perpetua, en la que el hombre se fija una hora determinada a la semana en día fijo para acompañar a su Señor. Para esto no son necesarios estatutos, sino cariño y calor humano, y responsabilidad de cara a Dios..
La adoración eucarística perpetua establecida en un lugar de la ciudad no viene a suplantar otras formas de adoración ni a quitar de otros lugares adoración. Por lo contrario, lo demuestra la experiencia, donde hay adoración perpetua se potencia la adoración al Santísimo en otros lugares de culto.
La capilla de adoración perpetua es el espacio de gracia y recogimiento que permite a las personas, en cualquier momento, abrir una brecha en el ajetreo cotidiano para encontrar el sosiego y la paz que viene de la Presencia divina.
Por medio de la Adoración Perpetua, desde su Morada Eucarística el Señor llama a todas las personas, sin exclusión alguna.
Las personas son llamadas individualmente a formar parte de la Adoración Perpetua con el único y exclusivo fin que el Santísimo Sacramento sea adorado día y noche sin interrupción, tributando así el mayor honor y gloria al Señor y manifestando su fe y amor reverente hacia su Creador y Salvador.
Siendo la Eucaristía sacramento y vínculo de unidad, el participar de un mismo culto –la adoración- hace de todos los adoradores una fraternidad eucarística. Por tanto, aún cuando las personas sean invitadas a participar individualmente, el destino del llamado no deja de ser comunitario.
Las personas que asumen la función de coordinación están al servicio del Señor –cuidando de la buena marcha de la adoración y que ésta no se interrumpa- y al servicio de los hermanos adoradores.
Los adoradores inscritos son los que hacen posible que la capilla esté abierta a todos, y ellos –también celosos custodios de la Eucaristía- cuidan que el Señor nunca permanezca solo.
La adoración es en silencio porque el silencio permite el recogimiento y hace posibles la escucha del Señor y la intimidad con Él. Es necesario respetar –mediante el silencio exterior- el encuentro que el Señor tiene con cada adorador y propiciar el silencio interior necesario a la contemplación.
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